LA URGENTE NECESIDAD DE CAMBIOS EN EL
EVANGELISMO.
La Gran Comisión que Jesús dio a su iglesia
es hacer discípulos para el Reino de los Cielos. Cada miembro de iglesia ha
sido elegido, llamado, equipado y enviado de manera especial por el Señor para
discipular a los hombres. Dios ha dado a cada miembro de su iglesia talentos
naturales, dones espirituales, influencia personal, oportunidades y todos los
recursos necesarios a su alcance para cosechar mucho fruto en la multiplicación
de discípulos. Sin embargo, la principal
debilidad de la iglesia sigue siendo la falta de compromiso serio de la mayoría
de sus miembros para emprender esta obra. Por eso la iglesia continúa tibia y
mediocre. El Señor sigue esperando que su pueblo experimente un verdadero
reavivamiento y reforma que le dé la victoria final. Para que exista un buen
sistema de discipulación en la iglesia, es necesario que primeramente se mejore
el sistema de evangelismo. Solamente se puede discipular a los que previamente
fueron evangelizados adecuadamente, se convirtieron y bautizaron.
Como sucede en la vida natural, así sucede en
la vida espiritual. Para sembrar buenos hábitos en la vida de los hijos, y
educarlos para que sean útiles, primero tienen que ser engendrados. Es
necesario que los padres sean sanos y tengan un hogar bien constituido. El
proceso de gestación debe brindarles las mejores influencias posibles y el nacimiento
debe ser de manera normal. Se requiere que la familia los espere y acoja con mucho
amor y tiene que estar preparada para brindarles el mejor ejemplo y todo lo
necesario para su normal desarrollo. Hay enfermedades que impiden totalmente engendrar
hijos y otras que ponen en riesgo de engendrarlos defectuosos, enfermos o
débiles. Cuando al nacer, los hijos carecen de un hogar bien constituido que
les brinde afecto, protección, seguridad y educación adecuados, los hijos
sufren mucho, se enferman, y hasta pueden morir. Los que sobreviven
generalmente sufren graves desviaciones conductuales, menguando
significativamente su potencial de utilidad o convirtiéndose en una carga para
sí mismos para sus padres y para la sociedad.
En nuestros días podemos ver que estos
fenómenos se producen también en la iglesia. Algunas iglesias y congregaciones completas, y generalmente
la mayor parte de la feligresía están enfermos de graves pecados, a veces
imperceptibles, que les impide engendrar y multiplicar hijos espirituales. Así,
muchos permanecen estériles, privando a Dios y a los hombres, la oportunidad de
ser transmisores de la vida eterna, arriesgando su salvación. Los que persisten
sin llevar fruto ni se multiplicarse, terminan decepcionados y frustrados por
una religión devaluada y sin sentido. Son arrastrados por la corriente de este
mundo, apostatan y con su mal testimonio arrastran a los más débiles. Ocurre
también que algunos logran engendrar vida espiritual en los pecadores, pero de
pronto los vemos morir como abortivos antes de llegar al nuevo nacimiento. Posiblemente
no hubo suficiente fortaleza y salud espiritual por parte de los progenitores
espirituales, o sufrieron alguna mala influencia por parte de los miembros de
iglesia estériles.
Lo que mayormente se ve, es que los pecadores conducidos al
nuevo nacimiento, no perseveran y apostatan en poco tiempo. Esto ocurre porque
la iglesia no está preparada para evangelizar satisfactoriamente y peor aún
para discipular. Los recién nacidos sufren la carencia una familia espiritual
amorosa y bien constituida, que los acoja y les brinde todo el apoyo y las
oportunidades necesarias para crecer saludablemente hasta convertirse en líderes
poderosos en la palabra de Dios. Los que sobreviven a la alarmante apostasía,
generalmente permanecen inactivos. Si algunos logran sobresalir como líderes,
son algo así como plantas silvestres. Esta triste situación de la iglesia debe
cambiar urgente y radicalmente. El cambio debe comenzar en forma personal con
cada miembro de iglesia, y continuar en los grupos celulares, desarrollando un
nuevo sistema de evangelización y discipulación en equipo. Cuando decimos
nuevo, no significa que realmente esto sea nuevo en sí mismo, porque ya fue en
los tiempos de la iglesia apostólica primitiva. Es nuevo en el sentido que,
como por mucho tiempo no lo hemos practicado, estamos procurando retornar a las
sendas antiguas que nos dejaron como ejemplo nuestro Señor Jesús y sus
discípulos. Estos cambios en la manera de evangelizar y discipular es todo un
proceso de aprendizaje que implica
grandes desafíos para todos los que verdaderamente aman a Dios a su
prójimo y la segunda venida de Cristo. Implica estudiar, meditar, aprender, descubrir
y usar el poder de la devoción personal, los dones espirituales, la lluvia
tardía, el fuerte pregón, la oración intercesora, el ayuno, la reforma pro
salud, el liderazgo y la influencia personal, las relaciones personales, el
trabajo en equipo, la piedad práctica, etc. etc. Implica también desaprender y
olvidar muchos aspectos de las formas tradicionales de evangelizar y discipular
del sistema centrado en programas.
Los métodos tradicionales de evangelismo, aun
cuando han permitido conseguir grandes cantidades de bautismos, han resultado ser
siempre inconsistentes para producir un verdadero crecimiento explosivo de la
iglesia. Los esfuerzos más ambiciosos para conservar a los recién bautizados,
por lo general sólo han logrado conservar entre el 2 y 3 por ciento de la cosecha.
Además, los métodos y estrategias
evangelísticas tradicionales, han mal acostumbrado a la iglesia en varios
aspectos. Por ejemplo: Por ser intermitentes, es decir cíclicos, que carecen de
constancia, cada oleada de esfuerzo intensivo y lleno de entusiasmo, es seguido
por una calma y relajamiento que enfría a la iglesia, haciendo difícil vencer
la inercia para volver a empezar. El liderazgo y los ministerios están
centralizados en pocas personas especializadazas o expertas, sobrecargándolas de responsabilidades mientras que otros
permanecen inactivos, como espectadores. No se facilitan oportunidades para que
todos se desarrollen hasta ser líderes.
Una muestra de evangelismo en grupos celulares,
revela que por lo menos el 75 por ciento de creyentes que nacieron de nuevo, no
fue por asistir a un culto o a un programa de la iglesia que visitaron.¡Fue porque
desarrollaron una relación personal con un creyente! La
pregunta es entonces: ¿Por qué dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo al
“evangelismo” a través de programas o campañas de conferencias siendo que las
personas son más afectadas por las relaciones personales? Dentro de la
respuesta a esa pregunta sencilla se encuentra la belleza y el potencial del
evangelismo celular.
Roling Zelaya Rabanal.
Pastor distrital de la Misión Peruana Del Sur UPS.
Interesante
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