El
HUMOR EN LA BIBLIA
Es usual sorprendernos o no creer que la Biblia considere
elementos humorísticos, sea por respeto a las escrituras, personalidad,
aspectos culturales o la apreciación que tenemos de inspiración (8), porque si
comprendemos que Dios inspiró a hombres con emociones y sensibilidad humana
creeremos también que ellos pusieron en la Biblia elementos humanos como el
humor.
Algunos ejemplos humorísticos encontrados en la Biblia es
la forma en que se expresa el escritor bíblico de los opresores de Israel, adinerados
a costa del pueblo, los describe como señoras gordas, caricaturizándolos como Vacas
de Basán (Amos 4:1). La forma en que los profetas se expresan burlescamente de
los ídolos y sus hacedores (Is. 44:12-20; Sal 115:4-8), hechos de leña, aquella
misma que se usa para sentarse, cocinar, quemar y con el resto colocarlo en un
rincón para postrarse delante de él y adorarlo.
Uno de los momentos donde el profeta usa el humor es cuando
Elías se burla de dios Baal y sus profetas (1 Reyes 18), con el objetivo de resaltar la inoperancia del
mismo. Pero, ¿cómo puede usar el sarcasmo en un momento como este, cuando en
minutos haría un llamado a la fidelidad a Dios y mandaría a matar a los
profetas falsos? Por los resultados hace evidente la finalidad del humor en la
búsqueda de la concientización del oyente hacia una decisión radical.
El humor en la Biblia entonces no solo es un forma de
comunicación agradable sino su uso conlleva un fin, aún más, exhala reflexión y
sentencia, no solo es un elemento
decorativo cuya finalidad es brindar placer al lector sino su imperativo es llevarlo
al autoanálisis. Milton Acosta refiriéndose al Humor en el Antiguo Testamento escribe:
“… el humor bíblico no
consiste en chistes. Si eso es todo lo que entendemos por humor, no vamos
encontrarlo en las Sagradas Escrituras. Más que para reír, el humor bíblico
sirve para hacernos pensar.” (9)
EL
PÚLPITO DE HOY
Toda sociedad ha exigido siempre a la iglesia congraciarse
con ella, esperando que ésta asimile la mayor parte de conceptos o estilos de
vida, desde los orígenes de la humanidad los grupos humanos han deseado adaptar
la iglesia a sus “ideales personales” no solo en fondo sino en forma. La única
manera de salvaguardar el ideal de Dios es conduciéndonos bajo sus principios
establecidos en la Biblia evitando que estos permanezcan en el vitral de la
admiración y llevarlos a la mesa de la realización.
La mayoría concuerda que nuestra iglesia necesita el
reavivamiento y la reforma, y la búsqueda de ella nos lleva preguntarnos las
razones por las que la iglesia se encuentra en esta situación. La iglesia
espera con avidez los cultos, tratando de conocer las directrices divinas, y a
la vez sus corazones humanos desean evitar toda palabra que muestre su desnudes
espiritual. Toca al predicador contribuir en su acercamiento a las directrices
divinas y no fortalecer sus tendencias humanas. Es razonable entonces la
preocupación por la forma y el fondo de los sermones presentados en los
pulpitos. LeRoy Edwin lo expresa así:
“Hay muchas iglesias
formales con un muerto en el púlpito y almas muertas en los bancos, en lo que
se refiere a la vida vibrante del Espíritu Santo. Y el dedo del Cielo escribe:
“Tú tienes nombre de que vives y estás muerto”.
“Verdaderamente, no hay
nada más trágico como lo dice un escritor, que un predicador muerto en el
púlpito predicando a miembros muertos en los asientos.”
“¿Cuál es, entonces, la
naturaleza de ese poder y cómo obra? El poder del Espíritu Santo convence de
pecado. Hace que los oyentes se vean como Dios los ve. Hace que la gente vuelva
a casa no admirando al predicador, sino agitada. Turbada, a veces prometiendo
nunca más escucharlo. Sin embargo saben, en lo íntimo de sus almas, que él está
en lo cierto y ellos equivocados” (10).
El
deseo de granjearse con los oyentes postmodernos puede traernos dificultades a
la hora de presentar verdades que impliquen decisiones radicales. Esto no
implica que los sermones sean aburridos y llevemos a los oyentes a dormitar,
sino ávidos y reflexivos, que llevemos a los espectadores a la acción. Milton
Acosta explica:
“Hay dos extremos que se
deben evitar en la predicación: convertirla en una sesión de chistes o en la
lectura de un catálogo. En el primer caso, los oyentes terminarán muy
relajados, pero sin haber recibido mensaje alguno de la palabra de Dios. En el
segundo, es posible que la gente comprenda algunas cosas a cierto nivel, pero
si después de un gran esfuerzo, logran mantenerse despiertos, probablemente no
querrán volver a saber de Dios ni del predicador.(11)”
El
uso de relatos con mecanismos visuales estrafalarios, enfocados en seducir al
oyente por puro regocijo, dejando de lado el sentido mismo del tema, provocará
satisfacción general pero quizás pueda eclipsar el mensaje mismo. Puede ser que
queramos nutrir al pueblo de Dios con hamburguesas y tortas decorativas cuando
al final tendremos grandes iglesias obesas pero enfermizas. Haddson Robinson
dice: “un relato contado sin razón, podrá
entretener o divertir, pero estorba el sermón. La anécdota opera a favor de la
verdad solo cuando centra la atención en la idea y no en si misma” (12).
En
ese contexto es necesario dar un vistazo a lo que Elena de White escribe:
“El pastor que está
listo a participar en conversaciones frívolas, listo a bromear y reír, no
comprende la obligación sagrada que descansa sobre él, y si va hacer uso de esa
práctica desde el pulpito, el Señor no puede estar a su lado para bendecirlo…
Los sermones floridos, no serán suficientes para alimentar el alma de los hijos
famélicos de Dios.” (13).
“Algunos de los que se
presentan en el púlpito avergüenzan a los mensajeros celestiales que se hallan
en el auditorio. El precioso evangelio, que ha costado tanto traer al mundo es
profanado. El lenguaje es común y barato; hay actitudes y muecas grotescas.
Algunos hablan en forma muy rápida; otros tienen una enunciación pesada y
confusa” (14).
El
uso de un sermón bien preparado con el fin de desarrollar las vidas de los
oyentes de la manera en que Dios lo desea, será una preocupación continua del
predicador. Las formas y el fondo harán que el sermón sea consistente y cumpla
sus propósitos.
CONCLUSIONES:
1.
La Biblia usa el humor como medio lingüístico
para exponer verdades con el objeto de llevar al oyente a la reflexión y
decisión.
2.
La sociedad exige una adaptación de la iglesia
hacia sus exigencias, nuestros modelos principistas están basadas en la palabra
de Dios y esto incluye en la forma de usar el humor en la predicación.
3.
La responsabilidad del predicador será en
insertar el humor como recurso en sus predicaciones con el fin de mostrar el
mensaje llevando a las personas a la toma de una decisión, y no llevarla a
cavilar parcamente en los designios bíblicos.
(1)
Lipovetsky,
G. La era del vacío. Ensayos sobre el
individualismo contemporáneo. (Barcelona: Anagrama, 1986), 158.
(2)
Hong
In Sing, Moffat Eduardo, Tomasini Daniel, Ética
y Religiosidad en Tiempos Posmodernos. (Buenos Aires: Kairos Ediciones,
2001), 21
(3)
Romero,
Alejandro. Lipovetsky: Una Teoría
Humoristica de la Sociedad Postmoderna. Consultado el 10 de Marzo del 2012.
http://www.tebeosfera.com/1/Documento/Articulo/Humor/Lipovetsky/sociedad_postmoderna.htm
(4)
Lipovetsky,
G. , 167.
(5)
Romero,
Alejandro.,
(6)
Hong
In Sing, Moffat Eduardo, Tomasini Daniel,. 21.
(7)
Nuñez,
Miguel Ángel. Educar es Redimir. Bases
para una filosofía de la educación cristiana. (Lima: Fortaleza, 2007), 77.
(8)
Las teorías más conocidas de cómo fueron
inspiradas las escrituras son la inspiración dinámica o pensamiento y la
inspiración verbal. La primera muestra a Dios como el que inspira el
pensamiento del profeta y este último plasma lo revelado con sus propias
palabras. En cambio, la verbal Dios usa al profeta como secretario, siendo sus
escritos las palabras exactas de Dios.
(9)
Acosta, Milton. El humor en el Antiguo Testamento. (Lima: Ediciones Puma, 2009),
89.
(10)Edwin From, LeRoy. La Venida del Consolador. (Buenos Aires:
Asociación Casa Editora Sudamericana, 2010), 93.
(11)Ibíd., 240.
(12)Haddon Robinson, La predicación bíblica (Miami: Flet y
Unilit, 2000), 162.
(13)Harmon, Elena. La Voz su Educación y su Uso correcto.
(Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, ), 297.
(14) Harmon, Elena., 298
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