Todo predicador desea que sus oyentes puedan comprender las
verdades de una manera atrayente, donde al final del sermón sean despertados
por el Espíritu Santo y no por el codo del compañero del costado. Ha sido muy
discutida la utilización del humor en los pulpitos, hay predicadores que están
de acuerdo por sus efectos atrayentes y otros se muestran recelosos por
considerarlo poco serio.
En este estudio analizaremos la forma en que el pensamiento
postmoderno de nuestra sociedad ha cambiado en sus exigencias respecto al
humor, así mismo cómo esta misma exigencia se ha trasladado a la iglesia. Nos
introduciremos brevemente a la forma en que los escritores bíblicos del Antiguo
Testamento utilizaron el humor, de esta manera estableceremos algunas
consideraciones respecto al uso del humor en el pulpito.
El humor como otras peculiaridades de una sociedad son
manifestaciones de situaciones o percepciones que tienen los hombres de acuerdo
a sus épocas de modo que difieren en sus exigencias y características de
acuerdo al modo de pensar que tienen las sociedades en sus diferentes momentos
históricos.
CARACTERISTICAS
DEL HUMOR POSTMODERNO
La característica peculiar del hombre postmoderno es su
desinterés en los problemas comunes que afectan a la sociedad, está
decepcionado de los ideales y busca sobrevivir el día a día, con esa intención
el humor en este caso es imprescindible en su accionar, el mecanismo de defensa
a usar es la presencia del humor en todos sus momentos, a diferencia del humor
moderno o medieval que era usado en momentos específicos como recurso de la
razón, el humor postmoderno está impregnado en toda actividad, ésta casi
siempre es irreflexiva, vana e ilógica (1).
Aunque el humor muchas veces sirva como mecanismo de
defensa, sólo se tiene por un fin en sí mismo, no es utilitario, ni tiene como
objetivo comunicar mensaje alguno, simplemente se concentra en divertir (2). El
oyente disfruta el placer de reír, para esto no es usado necesariamente un
elemento motivante, está allí por el gozo que proporciona.
A comparación de la época moderna donde Charles Chaplin o
Mario Moreno Cantinflas critica humorísticamente la situación política de su
época, hoy no se lo usa para ello, por cuanto eso implicaría preocupaciones, el
humor postmoderno evita identificar aspectos desagradables de la realidad, “le
interesa lo lúdico, lo festivo, lo espectacular, lo estrafalario, lo llamativo”
(3).
Por considerarse necesaria para evitar la confrontación de
ideas y pasarla bien, siempre se hace obligatorio el uso del humor en todo espacio
social. Las personas aprecian el sentido del humor de sus comunicadores
convirtiéndose en un instrumento de atracción necesaria.
Si antes el espectáculo humorístico recaía en las
desgracias de personajes inferiores, hoy el humor evita en lo posible la
confrontación originada por la desigualdad, como dice Lipovetsky, “la igualdad
se ríe de la igualdad” (4), hay una necesidad de respeto por la diversidad, sin
embargo no es tan blando cuando se trata de una actitud diferente de los moldes
sociales postmodernos.
Ante los cambios rápidos y constantes el humor no es ajeno
a ese fenómeno, exige una renovación constante, gusta de la excentricidad y el
colorido.
EXIGENCIAS
DE HUMOR EN LOS SERMONES
Al considerarse necesario el humor en cualquier actividad
humana con un fin paliativo para las dificultades originadas en los grupos
sociales se hace imperativo el uso del humor en toda reunión y por ende en todo
sermón, colocando al sermón que no tiene toques de humor en su desarrollo en
aburrido o poco atractivo. Hace aproximadamente 10 años atrás los jóvenes de
entre los 16 a 23 gustaban de sermones con una considerable carga humorística
(5), hoy estos mismos jóvenes que ya son adultos han continuado con sus gustos
celebrando cada gracia salido del pulpito,por lo que la demanda del público
hacia un predicador gracioso es notoria no solo en grupos juveniles sino ahora
en grupos adultos. No es sorpresa el éxito de predicadores que insertan
constantemente elementos graciosos en sus sermones, el contexto social lo
demanda.
Es considerado aburrido un sermón analítico, reflexivo y
utilitario. La necesidad de los oyentes exige al predicador un sermón con
tintes de humor placentero con el único fin de disfrutar y producir “bienestar”
espiritual (6). En este caso se corre el riesgo de dejar de lado problemas que
puedan estar afectando a este grupo social o analizarlos pasivamente para no
provocar intranquilidad ni angustia en sus oyentes. Si las iglesias tienen una
tibieza espiritual es que quizás sus predicadores han evitado tocar puntos
agrios que la iglesia necesita, el deseo de “atraer” más oyentes pueda ser que
se haya dejado de predicar verdades importantes y hoy tengamos miembros con
problemas espirituales serios.
Como el humor postmoderno es agradable mientras no toquen
nuestras heridas o defectos sociales, se convierte en un problema cuando se usa
para resaltar problemas dentro de una iglesia al punto que sus oyentes pueden
sentirse incómodos con dicho mensaje (7). Sin embargo esto conlleva
dificultades cuando se trata de buscar el crecimiento espiritual de la iglesia
ya que consideramos que somos llamados a edificar una iglesia con miembros
apartados del pecado.
El predicador si desea captar a una mayoría social tendrá
que ser excéntrico, utilizando música, luces y otros elementos que brinden
variedad y atraigan los ojos y oídos del oyente, el efecto “comida rápida”
agradable al paladar pero desagradable a la nutrición. Títulos de sermones como:
“American Pie” para tratar temas de sexualidad en jóvenes o la inserción de
luces coloridas y otros efectos teatrales en los pulpitos, muestran el deseo de
satisfacer las necesidades de nuestros oyentes postmodernos.
Conclusiones:
1.
Para el hombre postmoderno el humor es inherente
en toda actividad social, la inexistencia del mismo atrae apatía por lo tanto
se le exige al predicador insertar elementos humorísticos en sus prédicas. Allí
el éxito de los predicadores afines a esta forma de predica.
2.
El humor postmoderno es evasivo a los problemas,
gusta de predicadores que evadan temas que revelen sus necesidades
espirituales.
3.
El hombre de hoy busca placer por medio del
humor y deseará “disfrutar” del sermón evitando hacerse un autoanálisis
concreto. Buscará un predicador que presente un mensaje placentero que haga
reflexionar pero que no lo lleve a sacarlo de la zona de comodidad.
4.
Como el oyente gusta de lo excéntrico, colorido
y cambiante, exigirá un pulpito con luces, efectos teatrales, sonidos y otros
atrayentes visuales y auditivos, primando lo superficial ante lo profundo.
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