viernes, 25 de noviembre de 2011

¿DISCIPULADO? ALGUNOS CONCEPTOS


I. EL PORQUÉ DEL DISCIPULADO

En el último encuentro de Jesús con sus discípulos,  instantes previos a su partida, les recordó su mandato que en varias ocasiones anteriores les había dado. Les dijo finalmente: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id a todas las naciones, haced discípulos bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñadles a obedecer todo lo que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:18-20 NRV-2000). Según este texto, la orden de marcha que Jesús dio a su iglesia es muy clara y concreta: hacer discípulos. El imperativo de la orden radica en la acción de hacer discípulos o discipulación. Es evidente que el propósito de la gran comisión evangélica fue, es y será hacer discípulos, hasta terminar la obra de Dios en todo el mundo. El producto acabado que Jesús nos manda producir sistemáticamente, hasta el fin del tiempo de gracia, son discípulos, no simplemente conversos o miembros de iglesia evangelizados.

Como iglesia, por mucho tiempo hemos estado confundiendo el verdadero propósito de la gran comisión evangélica y nos hemos desviado de ella. En la orden de Cristo, el fin es hacer discípulos, y uno de los medios para alcanzar dicho fin es bautizar. Sin embargo, hemos invertido el fin por el medio. En  lugar de hacer discípulos, nos hemos concentrado solamente en evangelizar y bautizar, olvidándonos casi por completo de hacer discípulos. Las consecuencias de tan grave error, son tan evidentes que no requiere mayores explicaciones para percibirlas. Sólo como ejemplos podemos mencionar el alto índice de apostasía, y la tibieza espiritual generalizada. Para corroborar estas afirmaciones, transcribiré parte del artículo del pastor Ron Gladden, titulado “Cambio de paradigmas en la evangelización”, publicado en la página 10 de la revista Ministerio Adventista, correspondiente al primer bimestre del 2004.

 “El propósito de la comisión evangélica es hacer discípulos. Por años hemos estado confundidos con respecto a la comisión evangélica. Creíamos que Jesús había dicho: “Id, y bautizad”, cuando, en realidad, él dijo: “Id, y haced discípulos”. Por eso, el presidente de la Asociación pregunta: “¿A cuántos bautizó usted este año?”

Pero, tan difícil como encontrar un pingüino en el centro de Buenos Aires o Cochabamba, es encontrar una iglesia que tenga un plan para discipular; de modo que los nuevos miembros de iglesia lleguen realmente a ser dedicados discípulos del Señor.

Y, ¿quién es realmente un discípulo? Alguien que tiene el carácter y las prioridades de Jesús. “El que en mí cree —dijo Jesús—, las obras que yo hago, él las hará también, y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12).

El método tradicional de evangelización comienza con la gente que ya está cerca de la cruz. En cuatro o cinco semanas de reuniones, el Espíritu Santo los conduce uno o dos pasos más cerca del punto de decisión que, en nuestro diagrama, está representado por la cruz. Cuando sus ropas todavía están húmedas después del bautismo, el evangelista sube a su auto y se va a la próxima ciudad; y, en demasiados casos, esto es más o menos todo lo que se hace para convertir en discípulos a los nuevos conversos. Esto, con toda honestidad, explica ampliamente el elevado índice de apostasías que se producen después de una serie de reuniones”.


II. DEFINICIÓN DE TÉRMINOS

Para ayudar a evitar más confusiones y desviaciones del enfoque bíblico, respecto a la orden de Cristo,  de “Id, y haced discípulos”, es conveniente definir algunos términos.

A. Evangelización

La evangelización es la primera etapa básica del proceso de salvación. Es el arte y ciencia de conducir a los pecadores a Cristo, para que se conviertan a Él y puedan ser salvos por gracia. Tiene por meta principal la justificación del pecador, mediante su reconciliación con Dios y con su prójimo. La evangelización conduce a experimentar el nuevo nacimiento y el bautismo, mediante el cual llega a ser nuevo miembro de iglesia. Por la evangelización la iglesia crece cuantitativamente. Si relacionamos el proceso de salvación con nuestro ciclo de vida natural, podemos comparar la evangelización con el período de gestación. Es la etapa que comprende todos los cuidados que se debe dar al nuevo ser, desde su concepción, hasta su nacimiento. De esto dependerá mucho que nazca sano, para que logre desarrollar todo el  potencial de crecer naturalmente. Como iglesia, lo que mayormente hemos estado haciendo es evangelización. Debemos seguir evangelizando cada vez más, pero sin olvidar ni descuidar la discipulación.

B. Discipulación

Es el arte y ciencia de cuidar y educar a los conversos, para que puedan evangelizar y por ello crecer espiritualmente, para llegar a ser discípulos maduros de Cristo, que fructifiquen y se multipliquen sistemáticamente. La discipulación es la segunda etapa básica del proceso de salvación. Su meta principal es la santificación de los redimidos, mediante la consolidación de su vida relacional con Dios y con los hombres. La discipulación, hace que los redimidos lleguen a ser líderes espirituales de gran influencia e impacto. Esto produce el crecimiento cualitativo de la iglesia. Comparado con nuestro ciclo de vida natural, la discipulación es como el difícil y a veces doloroso proceso de socialización. Esto se inicia cuando al nacer se integra al grupo familiar que lo acoge. El proceso de socialización continúa  toda la vida. Existen períodos críticos principalmente en los comienzos.  El éxito o fracaso de la socialización, son directamente proporcionales a la calidad y cantidad de relaciones humanas que la persona edifique con los diversos grupos sociales.  La interacción, entre la influencia que los miembros de grupos ejercen sobre el individuo, y las respuestas de éste, es decisivo para prosperar, retardar o anular el proceso.

Como sucede en la vida social natural, lo mismo ocurre con la discipulación. Si los conversos recién bautizados no reciben inmediatamente los cuidados intensivos, y un esmerado adiestramiento personalizado por algún equipo misionero o grupo pequeño, lo más probable es que apostate muy pronto. Si logra sobrevivir a pesar de la apatía y tibieza de la iglesia, pronto adoptará la misma actitud, con tendencia a perpetuarla. Son muy pocos los que tienen la suficiente fortaleza y disciplina para sobreponerse al ambiente hostil, hasta llegar a ser líderes destacados. Muchos de nuestros líderes actuales son como hierba silvestre que crecen, maduran y fructifican, a pesar de las arraigadas falencias y carencias de nuestro sistema eclesiástico.  La evangelización y discipulación, son dos aspectos del proceso de salvación que deben desarrollarse simultáneamente para que la iglesia crezca equilibradamente.

C. Discípulo
Discípulo es un partidario o imitador de su maestro o líder. Es alguien que fija su mirada en su maestro para aprender  su doctrina y su estilo de vida (Jn. 8:31; 15:8). Es un aprendiz que constantemente aprende de su maestro. Es uno quien fue llamado por su maestro para ser su seguidor (Mr. 1:20). Discípulo es aquel que primero aprende (“venid en pos de mí”) para luego ser enviado (“y haré que seáis pescadores de hombres”) Mr. 1:17. El discípulo se hace: Dios lo hace a través de sus fieles. No es resultado de la casualidad porque implica: planificar, crear estrategias, trabajar mucho, etc., Hch. 14:21; Mt 28:19 “haced discípulos”. En el discipulado del Nuevo Testamento, la relación correcta entre el discípulo y su Señor o maestro, se basa en el ejemplo del líder. Esta interrelación nos guiará eficazmente a vivir el discipulado con honestidad y responsabilidad. Los verdaderos discípulos de Jesús, procuran con diligencia imitar su ejemplo, reproduciendo su carácter en su propia vida, y llevar mucho fruto. Los frutos de un verdadero discípulo son otros discípulos, que también fructifiquen y se multipliquen, y no simplemente nuevos conversos bautizados.

En síntesis: Un discípulo es un cristiano que está creciendo de acuerdo a la voluntad de Jesús su maestro, que está produciendo frutos para el Reino de los Cielos, y que está cuidando y desarrollando dichos frutos para que se multipliquen exponencialmente, y no se pierdan.

III. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LOS DISCÍPULOS DE JESÚS

Aun cuando son muchas las virtudes o cualidades cristianas que caracterizan a los discípulos de Jesús, sólo consideraremos tres de las más evidentes. Estas tres características se deducen del concepto de discípulo expresado anteriormente, en síntesis.

A. Está creciendo de acuerdo a la voluntad de Cristo

Es decir, está continuamente esforzándose por aprender más de la buena voluntad de Dios, con la meta de servirle más y mejor, por amor y fe. El discípulo de Cristo es creativo, innovador, revolucionario, porque vive procurando renovarse y trasformarse según va descubriendo la voluntad de Dios. No es conformista ni cae en la rutina. (Ro. 12:2)

B. Está produciendo fruto para el Reino de los Cielos

Como la reproducción y multiplicación  biológica, es la característica fundamental que Dios estableció en todo ser viviente natural; así también, los discípulos de Jesús deben fructificar reproduciéndose y multiplicándose espiritualmente. Dios ha provisto ampliamente todo lo necesario para que los discípulos fructifiquen y se multipliquen. Dios ha concedido los talentos, los frutos y dones Espirituales y mucho más, para que todo discípulo fructifique y se multiplique. Si no hay multiplicación, es por descuido o negligencia humana. (Jn. 15: 8)

C. Está cuidando y desarrollando sus frutos para que también se multipliquen sistemáticamente y no se pierdan

Una de las características más avanzadas de los discípulos, es lograr que sus frutos, es decir sus almas ganadas, maduren y lleguen a ser transferidores o maestros como él. Los verdaderos discípulos son maestros porque se esfuerzan en enseñar y entrenar a otros a aplicar la Palabra de Dios, mediante una relación personal interactiva. La Gran Comisión incluye claramente la idea de enseñar y formar maestros. Por tanto, es imperativo que trabajemos para que las almas que ganamos, aprendan a ser líderes capaces de enseñar a otros. De esto depende la continuidad del proceso de discipulación, y por ende, de la salvación. Si queremos ser líderes que nuestras obras continúen más allá de de nuestra influencia personal directa, debemos producir discípulos que sean discipuladores (Jn. 15:16). Hebreos 5:11, 12 es un pasaje clásico que nos muestra que la producción de maestros es la meta legítima de nuestro ministerio como discípulos. Si esto no se logra, es porque algo está seriamente equivocado, perjudicando el cumplimiento de la Gran Comisión de Jesús. El texto en referencia dice:

“Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios” (Hebreos 5:11, 12).


Roling Zelaya Rabanal
Pastor distrital de la Misión Peruana Del Sur

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